lunes, 2 de junio de 2008

Treinta y un año para imponerse la vitalidad del pueblo

DISCURSO DEL DR. MiGUEL GUAROCUYA CABRAL, SÍNDICO DE MOCA, EN EL ACTO DE CELEBRACIÓN DEL 47 ANIVERSARIO DEL AJUSTICIAMIENTO DE RAFAEL LEONIDAS TRUJILLO 30/ 05/ 2008)

Hoy, treinta de mayo, asistimos a uno de los actos de glorificación póstuma más importante de la Nación Dominicana. El martes treinta de mayo de mil novecientos sesenta y uno, la historia dictó su veredicto, cerrando un juicio desgraciadamente postergado, fatalmente azaroso y trágico. Treinta y un año para imponerse la vitalidad del pueblo, para triunfar la personalidad de la Nación.
Así es la historia, porque muchas veces los pueblos, guiados por la psiquis tumultuosa de las muchedumbres lo reciben todo y llegan a aceptar con resignación estoica el gobierno de hombres de conciencias opacas y de visión celTada, sufriendo en el desenvolvimiento de los mismos, duros golpes. Sucede, que la sensibilidad de los pueblos, históricamente hablando, generalmente es encarnada por hombres y organizaciones que se distinguen por contener en ellos, la dignidad de los serviles, la conciencia de los excluidos y la gallardía de los indiferentes.
A estos hombres y a estas organizaciones, beligerantes siempre ante el garfio desafortunado de la injusticia, los vemos luchando desde Anacaona y Enriquillo, desde Lernba y Ciriaco Ramírez, desde Duarte y la Trinitaria, elevando su voz y su acción, su inmensa voz y desenfadada acción hasta lo más profundo de las alturas y dejarlos caer como rayo implacable para pulverizar las agresiones extrañas, los desafueros, la iniquidad, los atropellos y las arbitrariedades a la que hemos sido sometidos los hijos de este suelo, por potencias extranjeras o por lacayos y déspotas criollos.
En este contexto, como un designio de la providencia, a Moca le ha tocado ser el resumen de la decencia criolla y en el corazón de sus mejores hombres se ha albergado la gallardía suficiente como para suplir la flaqueza de muchos.
Moca, jamás se ha negado a ninguna empresa de grandeza común para la Patria. En su seno siempre ha tenido asidero toda actividad constructiva y toda moción o acción destinada a hacer brillar los caracteres de nuestra nacionalidad y el valor de la libertad. Así cuando en el ánimo de parte de los conjurados del treinta de mayo habitó el desaliento o la duda, el pecho de Antonio de la Maza era un pendón flamante, era el compendio de la ira nacional.
Explorando los años de la historia de la isla y luego de la media isla, escuchamos el eco de la voz del pueblo pidiendo justicia y equidad. Esta voz taladra durante todos los años de vida republicana, con escasas pausas, casi siempre interrumpidas por la patología sádica de los imperios o el carácter indecoroso de malos dominicanos. En tales circunstancias, vibra el alma atribulada del pueblo retando al opresor, como Prometeo desde la roca inmisericorde, donde sufre encadenado su tormento.
Entonces, aparece el hombre — pueblo, el cerebro y la conciencia, el que permanece de pie sobre el vasto horizonte de cabezas inclinadas. Ellos son los héroes, entre nosotros, los Padres de la Patria, Duarte, Sánchez y Mella; los próceres restauradores, Santiago Rodríguez, Gaspar Polanco, Luperón, entre otros; prohombres como Bonó, Ulises Francisco Espaillat y Juan Bosch; mártires como Manolo, las Mirabal y Caamaño; casta de valientes, como Salvador Estrella, Huáscar Tejeda, Pedro Livio Cedeño, Luis Amiama, Amado García Guerrero, los hermanos Díaz, Antonio Imbert y Antonio de la Maza.
El treinta de mayo es semilla que se sembró en el corazón de cada buen dominicano y que germina en el mantenimiento de la libertad y la profundización de un Estado Democrático, fundamentado en los principios de la equidad y la justicia. Después de la caída del tirano, a pesar de un rosario de paréntesis tempestuosos, el pueblo dominicano ha ratificado, unas veces con acciones heroicas, otras ejerciendo el sagrado derecho al voto, su visión de futuro, apego a la libertad, carácter soberano, vocación por la justicia y su inspiración por una Patria grande, en la que no existen excluidos y el bienestar florezca para todos.
¡Vivan los héroes del treinta de mayo! Los que protagonizaron la refriega y los que por azar del destino no pudieron acudir a la cita de tan luminosa noche.
Ahora, para el presente y futuro inmediato y mediato, el pueblo volcó su voluntad consciente sobre la inteligencia de un hombre y una organización. Habrá de juzgarse como sabía la decisión del pueblo, a partir de que ningún hombre o mujer responsable de una cuota de la administración del Estado, se considere por encima del bien y el mal, ponga el bien de la verdad a su servicio o al de grupos o sus acciones sean incompatibles con las aspiraciones de progreso, paz, libertad, cultura y buen gobierno del pueblo dominicano.
La sangre está derramada, el sacrificio ejecutado y los pilares de la democracia sólidamente sembrados. Nos toca a nosotros ahora, funcionarios del Estado, maestros, estudiantes, intelectuales, actores sociales, políticos y económicos del país, empoderarnos del compromiso de hacer avanzar la sociedad dominicana por los senderos del crecimiento y el desarrollo integral. Si así lo hacemos, no solo emulamos y honramos la voluntad de nuestros héroes, sino, que cumplimos con el mandato del padre fundador, Juan Pablo Duarte cuando nos llama a “Trabajar por y Para la Patria, que es Trabajar para Nuestros Hijos y para Nosotros Mismos”. Muchas gracias... (

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