PorCarlos
Salcedo
Como forma de gobierno, en la que el pueblo es el titular del
poder, quien lo ejerce, preponderantemente, de manera indirecta, o lo que es lo
mismo a través de sus representantes, y la que permite, que por vía directa, la
ciudadanía elija a dichos representantes, por medio de un sistema electoral
libre; o como “gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”, como la
definiera Abraham Lincoln, la democracia representativa no garantiza nada por
sí misma.
Con ello quiero decir que la sola declaración de que un país
ha adoptado el sistema democrático no asegura el éxito y la implantación de la
democracia. De ahí que siempre existirá el riesgo de fracasar en el proyecto
democrático. Thomas Jefferson, tercer presidente de los Estados Unidos de
América, considerado uno de los padres fundadores de dicha nación, con mucho
tino llegó a afirmar que la promesa de la democracia es “la vida, la libertad y
la búsqueda de la felicidad”.
Por otro lado, tenemos que reconocer que las elecciones son la
institución fundamental de los gobiernos y poderes democráticos
representativos. Esto así, porque en una democracia la autoridad del gobierno
dimana, de manera exclusiva, del consentimiento de los gobernados, es decir de
quienes formamos la comunidad ciudadana.
Con ello afirmamos que el Presidente, el Vicepresidente, los
congresistas, los alcaldes y regidores surgen del asentimiento dado por los
ciudadanos, a través del voto directo, quienes están llamados a cumplir
fielmente con las funciones ejecutivas, legislativas y municipales que les han
sido delegadas por el pueblo.
Sin embargo, a pesar de que es vista como uno de los elementos
esenciales de toda democracia, la celebración de elecciones no implica por sí
sola la existencia real de un sistema democrático de gobierno. Muestra de lo
que acabo de decir es que las dictaduras de derecha, los regímenes marxistas o
comunistas y los gobiernos de un sólo partido hacen elecciones para legitimarse
en el poder.
Ahora que la Junta Central Electoral abrió formalmente la campaña
electoral para las elecciones del 20 de mayo próximo, en las que el pueblo
podrá escoger al Presidente y al Vicepresidente de la República, creo oportuno
realizar brevemente un acercamiento de lo que son las elecciones democráticas.
Para Jeanne Kirkpatrick, académica y ex embajadora de los
Estados Unidos ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU), “las
elecciones democráticas no son tan sólo simbólicas. Son elecciones
competitivas, periódicas, inclusivas y definitivas, por medio de las cuales los
más importantes encargados de tomar las decisiones de un gobierno son
seleccionados por ciudadanos que gozan de amplia libertad para criticar el
régimen, publicar sus propias críticas y proponer alternativas”.
Estas agudas expresiones de Kirkpatrick son, sin duda alguna,
extensivas a todos los poderes electos, sea este el ejecutivo, el legislativo o
el municipal, cuyos representantes son elegidos por voto directo, e incluso para
el judicial y los demás órganos extra poderes, elegidos por voto indirecto.
Son competitivas las elecciones porque los partidos políticos
y los candidatos, fundamentalmente los de la oposición –recordemos que quienes
están en el gobierno de la nación tienes los más diversos medios a su
disposición- deben tener la libertad de expresión, reunión y circulación, para
dar a conocer sus críticas al gobierno y al poder y plantear políticas y
candidatos diferentes a los electores.
Se consideran periódicas las elecciones porque el presidente,
el vicepresidente, los legisladores, alcaldes y regidores no son elegidos para
siempre. Estos deben rendir cuentas ante el pueblo y se someten cada cuatro
años al juicio de los votantes.
Las elecciones no pueden ser vistas como una extensión
democratizada de la sucesión monárquica. Su celebración implica la selección de
las personas que representarán a la ciudadanía en el Estado, pero la
participación de la ciudadanía en el forjamiento de su propio destino no puede
estar limitada al cumplimiento de una selección de gobernantes reducida al
formalismo. Las elecciones son cada dos años, la democracia se construye todos
los días. Nuestro reto, como dominicanos, es vivir en democracia, que es
disfrutar todos del acceso al bienestar general, la justicia y la libertad y
cumplir con nuestros deberes como ciudadanos.
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