El jesuita gallego editó la primera geografía que tuvo el país antillano
El jesuita Santiago de la Fuente, en Santo Domingo en 2011
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La suya fue la primera, y sigue siendo 36 años después, casi la única
geografía sobre el país. En 1968, ocho años antes de la primera edición
para escolares (luego hubo otra ampliada para universitarios), De la
Fuente se convirtió en sacerdote jesuita en un viaje de vuelta a
Betanzos que no duró mucho. Era de vuelta, efectivamente, porque siendo
novicio, con 19 años, había sido destinado de profesor a las Antillas y
luego había terminado sus estudios de Educación y Teología en Chicago.
Cuando volvió a Galicia a ordenarse le faltó tiempo para regresar a La
Española. Amaba demasiado la Dominicana, una tierra que conoció de
rebote en su primer viaje tras ser expulsado de Cuba por el régimen.
Enseguida se nacionalizó en aquel país y, aunque más adelante llegó a
vivir toda una década en su localidad natal, en Dominicana envejeció,
enfermó y murió a causa de un proceso infeccioso en la madrugada del 10
de diciembre, con 74 años, todavía con la esperanza de cambiar la suerte
de la nación.
En el colegio jesuita de Santo Domingo de Guzmán se hizo cargo de las
asignaturas de Geografía de la República y Economía, y fue entonces
cuando empezó a tomarle las medidas físicas y políticas al territorio.
Las coordenadas y los accidentes geográficos que exploró los fijó y
divulgó en sus libros, y la dimensión de los sucesivos mandatarios del
país inspiró, sobre todo, lecciones y artículos periodísticos. Desde sus
columnas en los rotativos Hoy y Listín Diario
arremetió contra todos los poderes, incluida la cúpula nacional de la
Iglesia. Aunque siempre entendió que todas las desventuras de la
República Dominicana eran en realidad una herencia de los Reyes
Católicos.
Así se lo explicaba desde el primer día de curso a sus pupilos de
quinto de bachillerato. El religioso evitaba deliberadamente llamar La
Española a la isla compartida con Haití, porque lo que arribó al lugar
en el barco de Colón no fueron, según afirmaba a sus alumnos, más que
despropósitos administrativos y perjuicios económicos. La España
imperial obligó a los puertos a respetar el monopolio comercial que les
impuso, y las poblaciones que osaron burlarlo fueron castigados hasta la
“devastación”.
El segundo libro de Geografía dominicana, la versión universitaria,
fue consecuencia del primero, y el primero lo editó para que sus propios
alumnos tuviesen algún material con el que formarse. En el país no
había nada. Para conseguir cartografías fiables tuvo que recurrir a
universidades extranjeras e incluso a la Armada de Estados Unidos.
De la Fuente fue enterrado el miércoles pasado. Los miembros de su
comunidad esperaron dos días velando el cadáver a que llegase el vuelo
de España con la familia. Tenía párkinson y hacía años que precisaba un
andador. Hace poco los exalumnos reeditaron sus artículos combativos.
Alguno recordó que, cuando terminaban bachillerato y dejaban el colegio,
el gallego se despedía entregándoles (http://cultura.elpais.com/cultura/2012/12/15/actualidad/1355608330_768226.htmlmensajes) personalizados para la
vida.
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