Era mujer, lo que la ponía en
desventaja; era condesa, lo que compensaba; era la hija de uno de los
poetas más famosos de la historia, George Gordon Byron, lo que
curiosamente la llevó por el camino de la ciencia.
Ada Lovelace, además, "fue la primera persona en
crear un programa de computador. Era una verdadera visionaria de la
computación", como le dice a BBC Mundo la tecnóloga social Suw
Charman-Anderson.
Lovelace era la hija del poeta
romántico Lord Byron y una intelectual muy admirada en la época
victoriana, Annabella Milbanke. Apenas un mes después de su nacimiento,
en 1815, sus padres se separaron y cuatro meses más tarde, Byron se fue
de Inglaterra para siempre.
Lovelace nunca conoció a su padre, quien murió
en Grecia en 1832, y su madre no quería que se pareciera a él, así que
se aseguró de que estudiara asignaturas como matemáticas para
contrarrestar las peligrosas tendencias poéticas de su padre.
El mundo en el que vivía
En la Inglaterra victoriana, los navegantes,
arquitectos, ingenieros y banqueros usaban tablas matemáticas que eran
calculadas por unos empleados a quienes se les llamaba "calculadores".
Eso implicaba que tales tablas estuvieran a merced del error humano.
Era también una época en la que los caballeros
que no eran del clero, políticos o militares a menudo se dedicaban a las
ciencias, pero nadie era profesional en esta materia: de hecho, la
palabra "científico" fue acuñada por William Whewell en 1836.
Uno de esos caballeros que se dedicaban a la
ciencia era el matemático Charles Babbage quien, habiendo notado los
aprietos provocados por la inexactitud de esas tablas matemáticas, había
creado una "máquina diferencial", una calculadora que funcionaba usando
adiciones puras.
Lovelace y Babbage se conocieron cuando ella
tenía 17 años y empezaron a intercambiar grandes volúmenes de
correspondencia y cimentaron una amistad que duraría toda la vida.
En 1842 un ingeniero italiano, Louis Menebrea,
publicó un artículo en francés sobre los principios de otra máquina que
Babbage había propuesto hacía ocho años, pero que no había entusiasmado a
sus compatriotas: la "máquina analítica".
En contraste con la "máquina diferencial", la
nueva podría llevar a cabo varias funciones, como adición, sustracción,
multiplicación y división, y su diseño tenía muchas de las
características de las computadoras modernas.
El papel de la condesa
Lovelace fue quien tradujo el escrito. Trabajó sin cesar durante nueve meses y el resultado llegó con un valioso apéndice.
El texto estaba acompañado de largas notas que
denotaban un nivel de comprensión que ni el mismo Babbage había logrado.
De hecho, quedó tan impresionado que la apodó "La encantadora de
números".
"Sus logros son aún más sorprendentes cuando se tiene en cuenta que hizo todo eso sin una computadora en la cual experimentar"
Suw Charman-Anderson
Entre las notas estaba además un algoritmo para que la "máquina analítica" computara un secuencia establecida de números.
"Lovelace escribió lo que hoy podríamos llamar
un programa informático para calcular los números de Bernoulli, pero más
allá de eso, se dio cuenta que tal máquina podría hacer más que
simplemente los cálculos, también podría producir arte y música, si se
contaba con los algoritmos e información adecuados", subraya,
entusiasmada, Charman-Anderson.
Más de un siglo antes de que se volvieran
inocuas y rápidamente desaparecieran, Lovelace previó que con las
tarjetas perforadas y una máquina se podrían manipular no sólo números
sino también símbolos. En sus notas, anticipa incluso que se podría
llegar generar música con un computador.
Desafortunadamente, la "máquina analítica" nunca
se completó, así que no hubo forma de poner a prueba las teorías de
Lovelace, lo que hace que se le admire aún más.
"Sus logros son aún más sorprendentes cuando se
tiene en cuenta que hizo todo eso sin una computadora en la cual
experimentar. Su comprensión del diseño de Babbage era tan profunda que
pudo preparar el programa de Bernoulli y especular sobre las capacidades
de la máquina sin haberla visto funcionar jamás. ¡Asombroso!", opina la
tecnóloga social.
Pasaría un siglo antes de que Lovelace fuera
reconocida, cuando el criptógrafo de la Segunda Guerra Mundial Alan
Turing hizo referencia a su trabajo.
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