Suiza, uno de los países más más ricos del mundo, está comprometido en un intenso proceso de introspección... sobre dinero.
Solamente este año ha habido dos referendos a nivel nacional sobre la remuneración de los ejecutivos.
Vienen en camino dos votaciones más:
la primera sobre la introducción de un salario mínimo y la segunda -la
más polémica- sobre un ingreso básico garantizado para todos los
residentes legales, estén trabajando o no.
Un ingreso básico universal suena muy radical,
pero no es una idea nueva: en el Siglo XVI, Tomás Moro la propuso en su
obra "Utopía".
Desde la izquierda, el ingreso básico universal
es considerado más justo, mientras que desde la derecha es visto como la
política que convertiría en obsoletos los pagos de asistencia social.
"No habrá incentivo para que los jóvenes estudien o aprendan un oficio"
Rudolf Strahm, economista suizo
Para Enno Schmidt, partidario clave del ingreso
básico universal, Suiza es el lugar perfecto y 2013 el tiempo perfecto
para lanzar una campaña a su favor.
"Suiza es el único país en Europa -y tal vez en
el mundo- donde la gente tiene derecho a hacer algo real, a través de la
democracia directa", dice.
Ese sistema de democracia directa significa que
los suizos podrían votar por establecer el derecho a la cerveza gratuita
si quisieran.
Para llevar a cabo un referendo a nivel
nacional, todo lo que los ciudadanos tienen que hacer es juntar 100.000
firmas pidiendo el voto. La votación debe entonces realizarse y el
resultado es vinculante.
"Tierra de la felicidad"
La indignación entre muchos votantes suizos ante
la noticia de que algunos de sus bancos más grandes, como el UBS,
siguieron pagando bonos a sus principales ejecutivos mientras reportaban
grandes pérdidas, condujo a un acalorado debate sobre salarios y, más
ampliamente, sobre justicia.
En ese contexto, fue fácil recoger las 100.000
firmas necesarias para el voto sobre el ingreso universal y se espera
que el gobierno fije pronto una fecha para el referendo.
Dirigentes empresariales suizos quedaron
consternados. Uno de ellos expresó que es una propuesta irreal, producto
de una generación más joven que nunca ha experimentado una importante
recesión económica ni el desempleo generalizado.
Muchos también sugirieron que representaría un
gran desincentivo para trabajar, algo que podría causar problemas a las
empresas suizas que ya encuentran difícil reclutar a trabajadores
calificados.
Schmidt lo niega, indicando que la cantidad
propuesta de 2.500 francos suizos (US$2,800) al mes es apenas suficiente
para sobrevivir y que de cualquier modo, una sociedad en la cual la
gente trabaja sólo porque necesita tener dinero "no es mejor que la
esclavitud".
En cambio, Schmidt arguye que el ingreso universal permitiría a la gente decidir más libremente lo que realmente desea hacer.
"No se trata de que la gente trabaje menos, sino que sea libre para decidir si más o menos", señala.
Aquel argumento ha encontrado algunos simpatizantes entusiastas entre los jóvenes votantes suizos.
Han adoptado una técnica de campaña bastante
astuta, al pedir prestadas ocho millones de monedas de cinco céntimos y
exhibirlas en todo el país como un símbolo de que Suiza puede permitirse
pagar un ingreso universal a sus ocho millones de habitantes.
"Una jugada riesgosa"
Che Wagner es uno de los activistas. Tiene 25
años, estudia para una maestría en la universidad de Zurich y trabaja
para una compañía que reparte pizzas.
"Tengo una hija", dice, "y por supuesto que estoy ahí para mi hija, la cuido".
"Pero también es una lucha: tengo que trabajar para que podamos vivir".
"Creo que con un ingreso básico tendría que
seguir trabajando, pero podría también decir 'me voy de vacaciones una
semana con mi hija'".
Cuando Che y sus colegas arrojaron sus ocho
millones de monedas frente al Parlamento suizo, los políticos adentro no
descartaron de plano la campaña.
"De alguna manera la idea tiene sentido", señala Luzi Stamm, parlamentario del derechista Partido Popular Suizo.
Pero Stamm agrega que sería una jugada riesgosa
para Suiza, mientras permanezca dentro del acuerdo de libre circulación
de personas por Europa.
"Ciertamente no funciona en un país como Suiza. En un país rico y con fronteras abiertas es suicida".
Desde la izquierda, el economista y
exparlamentario socialdemócrata Rudolf Strahm respalda un salario mínimo
pero está en contra de un ingreso universal, porque cree que socavaría
la famosa ética de trabajo suiza.
"No habrá incentivo para que los jóvenes estudien o aprendan un oficio", afirma.
La pregunta del millón
Nadie ofrece cifras precisas, aunque
sorprendentemente se debate muy poco si Suiza se lo puede permitir: el
consenso parece ser que financieramente sí podría.
El impuesto a la renta no aumentaría
necesariamente, pero el impuesto al valor agregado -sobre lo que la
gente compra, más que sobre lo que gana- podría subir a 20% o incluso
30%.
A la larga, dicen sus partidarios, se podría
ahorrar dinero, ya que un ingreso básico universal reemplazaría los
pagos de asistencia social.
Pero la principal motivación tras la campaña no
es económica sino cultural, un intento de hacer que la gente piense más
cuidadosamente sobre la naturaleza de la vida y el trabajo.
Wagner puntualiza que todo el debate puede
incomodar a la gente, presentándole alternativas que hasta ahora han
sido inimaginables.
"La idea lleva a la pregunta personal: ¿qué estás haciendo en tu vida, es esto realmente lo que quieres hacer?".
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