Un mundo sin
dinero
Por Florencio Ml.
Tejada
El
mundo de hoy, se encamina cada vez más, a desistir el uso del papel moneda tal
como lo conocemos y transformarse en pagar con dinero digital y para ello cada
vez más se crean nuevas modalidades.
La
tarjeta de crédito y débito, denominada dinero plástico, se ha generalizado en
su uso trayendo economía a las empresas ya que, en el caso de las de débito,
los pagos por nómina se hacen por éste sistema ahorrando la realización la
impresión y llenado de cheques, la consolidación de estos o como se venía
realizado, pagando en efectivo mediante sobres por el sueldo de cada uno de los
empleados.
Es
decir, el ahorro en impresión de cheques, confección de estos y su
conciliación, ahora simplemente se realiza con un listado proporcionado a la
institución financiera que se encarga de colocar en cada una de las cuentas de
los trabajadores las partidas correspondientes.
La otra
modalidad que viene tomando cada día más fuerza, es el pago mediante el
teléfono, sobre todo del celular, donde las transacciones se realizan de manera
inmediata, es decir no usando el dinero físico.
De la
misma manera están las transferencias bancarias, no es necesario que el que
paga y el que recibe tengan cuentas en el mismo banco, se puede hacer
interbancaria, de un banco a otro.
Todo
ello viene, según los estrategas, a tener mayor seguridad por no usar el dinero
las acciones delictivas de aquellos que quieren hacerse de lo ajeno sería
menor.
Pero la
realidad del no uso de dinero físico no es exactamente ese. Lo lucrativo es lo
primordial. Para las operaciones con tarjeta o el teléfono, alguien tiene que
estar en el medio del que paga y el que recibe y ese alguien por estar en el
proceso de intermediación cobra una comisión.
Es
cierto que el dinero plástico y el teléfono son buenos medios para recibir o
pagar, es lo que se le vende al usuario, nunca se le informa que le
intermediación hay un proceso lucrativo.
En
estos gastos con el denominado plástico, al existir un pago al intermediario,
el vendedor del producto coloca el pago del porciento de la intermediación al
producto por concerniente el precio de lo adquirido es superior al que si lo
comprara con papel moneda.
Pero el
modernismo impone forma y formas. Ya hay países como Holanda donde los billetes
han perdido toda tratamiento de realeza, al punto de que en algunos comercios
ya no los aceptan como medio de pago y han adoptado las tarjetas de débito como
única manera de pagar. Eso suceden en muchas partes del mundo, con billetes no
compra nada.
Los
comerciantes, alegan y con razón, que con aceptar el pago plástico o por
teléfono, se ahorran tener controles más estrictos en el uso del dinero, no
tienen que tener cajas fuertes, ahorran tiempo y por tanto menos personal
contando y recontando dinero, entre otras cosas.
No hay
que descartar que las transacciones electrónicas son más baratas, seguras y
convenientes.
En
Suecia, algunos habitantes están teniendo serios problemas tratando de buscarle
una salida a la montaña de billetes que los bancos o comercios no quieren
aceptar.
Algunas
culturas son muy renuentes a renunciar al dinero en efectivo, como el caso de
Alemania que se resiste a seguir con el pago en efectivo, pero ya el 88 por
ciento de la población tiene al menos una tarjeta débito. Pero en Kenia y
Tanzania está el sistema telefónico de pagos llamado M-Pesa, a través de los
cual millones de personas cancelan servicios, reciben sus salarios, compran
ganado e incluso hacen pequeñas compras en mercados locales.
Los
consumidores son de la creencia de que el uso del efectivo les permite tener un
mejor control sobre sus gastos, sobre todo cuando van a realizar compras
pequeñas y se ven en la “obligación” de adquirir mercancías no imprescindibles
cuando estas transacciones se realizan con tarjetas.
Según
banca y negocios, en Países Bajos el 98% de la población tiene por lo menos una
tarjeta débito. Suecia: el 96%. Reino Unido: el 88%, Canadá el 88%. Francia:
todas las transacciones mayores a 3.000 euros se hacen electrónicamente. El 69%
de la población tiene al menos una tarjeta débito.
Bélgica:
tienen una ley que sanciona por 225.000 euros a quienes excedan el límite de
pagos en efectivo de los 3.000 euros. En este país, el 86% de la población
tiene por lo menos una tarjeta débito, pero no olviden, que el beneficio del
dinero plástico no es del que la posee, también del intermediario que se lucra
con cada operación que se realiza.
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