Por Juan Pablo Acosta García
Solamente en un estado fallido puede
comprenderse la acción perversa de policías de ponerle multas falsas a los ciudadanos,
incluso a aquellos que nunca han tenido ni han manejado un vehículo de motor.
Esa acción, que no solo es deleznable, sino un delito, pues se está estafando a
la población, debe ser reparada por el gobierno de Danilo Medina. En ocasiones
se les han puesto hasta 99 multas falsas a conductores e incluso, como hemos
dicho, a gente que nunca ha manejado nada.
La cuestión es que, a la gente de la Amet
o el Instrant, o como se llame, se le asigna una cantidad de multas por día,
porque del producto de esas multas cada agente tiene un porcentaje al momento
de cobrarlas. Frene a tanta barbaridad, cabe preguntarse, ¿a esta cosa es que
los politiqueros le llaman país? Pero hay algo peor. Cuando una persona
afectada se dirige a la autoridad, y digamos que encuentra que tiene 50 multas,
esta, la “autoridad” le dice sonriente que le hará una rebaja del 50%, es
decir, que de las 50 multas solo pagara 25.
Nada en el mundo se parece más a Macondo
que República Dominicana. Una cosa, sin embargo, hay que reconocer a favor de
esta Republiqueta bananera, el ingenio de ciertas “autoridades” es tan grande que
el Gabo parce un niño de teta de delante de ellas. Resulta gravemente
pecaminoso que, a un ciudadano, pobre por demás, se le robe o estafe, de una
manera tan vulgar, parte de su sudor.
Al final la DGII decide renovar la placa
sin que el afectado por las “multas” las haya pagado. Esto parecería ser sabio
de parte de la DGII. Sin embargo, no pasa de ser otra estafa, puesto que, si en
realidad un ciudadano tiene una multa vigente debería pagarla para poder seguir
ejerciendo ciertos derechos civiles. Esto es un tollo. Un caos. Esto no lo
aguanta nadie. Una vez se le preguntó al premio Nobel de Literatura Gabriel
García Marques como era capaz de tener una imaginación tan grande y su
respuesta fue simple: “yo solo copio lo que sucede a mi alrededor”. Pero si el
mismo García Marque viniera a este lar y ve lo que ocurre alrededor de los que
mal vivimos en él, sin lugar a dudas de que se macharía avergonzado de lo que
ocurre aquí.
La colocación de las multas falsas me
recuerda el gobierno de Uribe en Colombia cuando se hacían simulacros de
entrega de guerrilleros que resultaban ser paramilitares de las mismas bandas
del gobierno de Uribe. Con esa acción se daba la impresión de que la guerrilla
se dividía o debilitaba. A esa acción se le denomino “falsos positivos” y por
ella hay hoy varios ex militares en la cárcel. ¿Irán a la cárcel los que han
colocado las multas falsas en la República Dominicana? ¿Se sancionará a los que
han cometido tan perversas acciones? Todos sabemos que eso, si no es imposible,
es muy difícil, puesto que cada uno de esos señores debe tener su “tío de
alcalde”.
Lo ideal es que el gobierno, a través de
la Procuraduría General de la República, inicie una investigación
científicamente realizada y de ahí, el que resulte culpable que vaya a la
cárcel a pagar por esa estafa vulgar. ¿Se hará? No lo creemos, pero como hombre
de fe, vamos a esperar que suceda. Así como esas falsas multas hay miles de
cosas más falsas en el país. ¿Cuántos hombres y mujeres están en las cárceles
porque a alguien se le ocurrió inventar una acción falsa, pero legalizada por
alguna “autoridad” policial o del propio Ministerio Público? O porque a algún
politiquero se le ocurrió solicitárselo a esa “autoridad”. Así no se puede vivir y sentirse orgulloso de
ser de tal o cual país.
Colocarle una multa falsa a un hombre,
tendría perdón, pero ¿99? Eso hasta Dios lo ve. Una vagabundería de esa
naturaleza debe ser repudiada por todos los hombres y mujeres honestas de este
país. Eso debe ser denunciado ante los
principales organismos internacionales para que se comprenda porqué aquí hay
gente que dice que esto es un chiquero de vacas. Se puede ser sinvergüenza,
pero por qué ser el campeón de los sinvergüenzas. Quienes han estado colocando
esas multas falsas son “agentes” (muchachos campesinos o de barrios marginados)
a los que los han comprometido con tan vil acción bajo el criterio de que de
ahí depende su futuro.
Sabemos del caso de fiscales que les ponen
armas y drogas a determinados “delincuentes”. Esa práctica no es nueva. En los
doce años de Balaguer era muy común colocarle una granada llamada “María” a
cualquier joven que disintiera de las diabólicas ideas del tirano ilustrado. Lo
que es incómodo es saber que eso se hace aun hoy. Que esa perversa práctica es
más común de lo que cualquier mortal puede creer. Recordamos el caso no hace mucho tiempo en
que una fiscal y miembros de la DNCD le colocaron drogas a un barbero o
peluquero en un pueblo de la línea noroeste. ¿Hasta cuándo la población tendrá
que seguir soportando una sinvergüencería como esa? ¡Que Dios tome confesados!
No hay comentarios:
Publicar un comentario