Por ARTAGNAN PEREZ MENDEZ.
.El sacristán
del Padre Romualdo Mínguez era Manuel Maria del Orbe, alias Chiquillo quien
construyó un piano con sus manos, el
cual fue expuesto el 23 de Diciembre de 1887, por lo que en el presente año 2012 se cumplirá 125 años de
dicha exhibición.
No sabemos a cuales manos fue a
dar dicho instrumento de cuerdas, que
debió conservarse con adecuado mantenimiento a medida que el tiempo producía sus desgates.
En relación a este instrumento
musical construido totalmente por el señor del Orbe, padre del más famoso
violinista de todos los tiempos, nacido en Moca, Gabriel del Orbe, transcribo
lo expresado, en relación a dicho piano, por Eugenio Maria de Hostos, quien
tuvo la oportunidad de visitar a Manuel Maria del Orbe y contemplar el piano,
que sus hábiles manos construyeron.
Lo expresado por don Eugenio
María de Hostos es lo siguiente: "Bastaba ver al hombre para ver al piano.
El hombre se me presentó como es: modesto hasta ser humilde; concentrado como
quien piensa en algo que merece ocupar una atención; silencioso como quien se
aísla en una idea.
Viendo a Del Orbe, es necesario
querer ver la obra de Del Orbe. Y fuimos,
y la vimos. Es la obra de un
modesto, de un humilde, de un atento a su
propio pensamiento, de un concentrado en su propósito".
"El piano, que es de la
forma de los llamados verticales, idéntica en eso a su tenaz autor, nada tiene
en apariencia que llame la atención. Se ve por fuera al constructor, y se encuentra un hombre, tan sencillo, que
apenas parece que encierre nada en si; se estudia al hombre y se descubre una porción
de fuerzas: la constancia en el esfuerzo, la perseverancia en el propósito, la
resistencia contra las dificultades, el ingenio para vencerlas, la observación
para indagar la razón y la explicación de los misterios de lo que se propone
descubrir y realizar. El piano, visto por fuera, es una simple caja de madera
de caoba, bien labrada y bien adecuada a su objeto, pero sin atractivos de
ebanistería, sin más que lo indispensable para su propio objeto. Como el hombre
que lo hizo, el piano, visto por dentro, se transforma: es la obra de las
fuerzas que se manifiestan por medio de virtudes: ¡que de esfuerzos
perseverantes! ¡que de dificultades vencidas por la atención, por la
observación, por el ingenio, por la perseverancia, por el noble sentimiento de
la gloria buena, por el alto patriotismo que llama a los humildes y modestos a
consagrar en obras de bien su amor al suelo nativo!"
"Un piano lo hace en un día
una fábrica de pianos: mil obreros merced a la división del trabajo; cien
oficios, merced al concurso de su especialidad, concurren a producir en el
momento de un día la obra de arte e industria. El artista de los sonidos viene
después: arranca un mundo de melodías al instrumentó y la obra de la industria
desaparece ante la creación del artista.
Pero el piano de Moca es por sí
solo un mundo: de un hombre que no sabía absolutamente nada de lo que
constituye el conjunto de oficios y arte mecánicas qué es un piano, hizo un
obrero creador, un industrial transformador, un talento inventor".
"Del Orbe no sabía más sino
que quería hacer un piano. El que había visto en la hospitalaria sala del buen padre Mínguez, le
parecía una obra tan admirable, tan profunda extrañeza le produjo ver que de aquel armazón de madera salieran sonidos tan
encantadores, que se puso a pensar que era digna empresa el ponerse a hacer tan
admirable obra. Pero no tenía ninguno de los recursos industriales, ninguno tampoco de
los recursos económicos que demanda una de esas obras maestra de industria
combinada, y tal vez suspiró despidiéndose de su loco empeño".
"Más, ¿cómo despedirse del
empeño? Cuando el padre no estaba en su casa y el piano, el tesoro, estaba solo, el soñador de
imposibles entraba en puntillas, azorado, mirando para ver si era mirado,
suspensa la respiración, y levantaba en la memoria lo que había visto, y dibujaba a duras
penas lo descubierto, y se ponía a ver si era posible hacer lo que había visto".
"Como el ver de quien mira
absorto en la secreta razón de lo que mira, es siempre un hondo ver, Del Orbe vio la
razón: es decir, analizó".
"Y analizando descompuso en
sus partes el misterioso todo, descubrió cada uno de los integrantes que lo
constituían, recompuso por esfuerzo de razón el todo que había visto, tomó una mesa
cualquiera, armó en ella un aparato, cogió alambres, hizo un armazón de pedacitos
de madera y de cuerdas afónicas o insonoras, y vio que no era un piano, y lo destruyó. Y
entonces lo devoraba la sed de lo imposible; había visto que era imposible
hacer con sus recursos del momento lo que requería recursos de otra especie, pero vio que, con
otros recursos, era posible lo imposible. Habían salido fallidos sus esfuerzos; pero no
faltaron porque él no pudiera hacer lo que quería, sino porque había querido hacerlo
fuera de los medios que conducen a su propósito. Los medios, pensó
enérgicamente, no son los materiales: si hace falta lo que no tengo, yo lo tendré cuando
haga falta: lo que ahora necesito es apoderarme por completo del secreto de ese
mecanismo tentador".
"Y después de tres años de
reflexión, de meditación, de esfuerzos mentales, de insomnios, de lucha con la
propia idea, de abandonos a la desesperación, de esperanzas reconquistadas, desalientos súbitos
seguidos de prontos desalientos, se encontró un día en plena posesión de sí mismo y
de su empeño. Y dueño intelectual fue dueño material
de todos los medios que guiaban a su fin, y en diez meses,
en sólo diez meses, de trabajo material
continuo, construyó el piano".
"Sin duda que la obra mental
fue la más admirable y por eso he tratado de hacerla comprender; pero la obra
material fue estupenda. Había que hacer todas y cada una de las innumerables
partes de que consta un piano, y no había una sola ni conocía uno solo de los recursos industriales que requería la obra.
Tuvo que hacerlo todo y aprender prácticamente y por sí mismo a hacerlo todo.
Tuvo que emplear útiles de trabajo que no tenia, y
los inventó. Tuvo que hacer por sí solo y sin
saberlo, cuanto hacen juntos sabiéndolo,
los cien industriales y las cien industrias que
contribuyen a la construcción de un piano; y a excepción de aquellas partes que eran
absolutamente inútil que intentara hacer por sí mismo, y que tuvo la fortuna de
que le proporcionara el tiempo, como las cuerdas sonoras, y creo que nada más,
todo lo hizo. Todo: hasta las teclas, para lo cual utilizó huesos de reses;
todo, hasta la caja del instrumento, para lo cual se hizo carpintero".
"Y todo salió bien. El piano, visto de cerca, es
admirable; visto
por quien conozca la
fabricación de pianos, debe parecer prodigioso.
Visto por mí, el piano de Moca, como concluirá con llamarlo la
tradición, cuando el tiempo le haya arrojado encima la capa de la leyenda, es un piano milagroso. Milagro del esfuerzo, milagro de la perseverancia, milagro de aquella fuerza fecunda
que tiene la virtud cada vez que pone a un hombre en un camino y un camino en
la dirección de un ideal".
"Así mirando íntimamente la
obra, el obrero, la sociedad inconsciente de sus fuerzas en donde
tales milagros del ingenio y la virtud se hacen, pasé en Moca las horas felices
que se pasan cuando no se tiene por delante más que un bien ni se tiene en
lontananzas más propósito que el bien".
"Mas de una vez he pedido un
museo para el piano de Del Orbe, para el órgano de Páez, para las hojas de
Gómez, para
las pinturas de Bonilla, para las obras todas del ingenio inculto que,
semejante a nuestra tierra dominicana produce, sin elementos de cultura, cuándo un momento de esfuerzo
perseverante le pide. Pero si nunca llega para la pobre República el momento de
conciencia en que se de cuenta de lo que puede,
el piano que he contemplado con asombro en
cuanto a obra de industria, y con referencia, en
cuanto obra de virtud, tendrá un museo en toda conciencia que contemple lo que simboliza la obra del
humilde, del fuerte, del bueno, del perseverante, del
amigo del renombre
de su patria." (Fin del texto extraído del periódico El Telégrafo de Sto. Dgo. 18 de Sept. de 1887. Cfr Emilio Rodríguez
Demorizi: Hostos en Santo Domingo, tomo 1, año 1939).
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