Por Carlos Salcedo
Para Valdez y Huerta la aspiración de todo candidato
es construir una marca triunfadora en la política electoral. Pero se trata de
un proceso ordenado, cuidadosamente planificado, científicamente formulado y
fielmente ejecutado, del que forman parte integral las contingencias y coyunturas ocurrentes.
Las campañas electorales, pues, no pueden ser producto
de la improvisación, de decisiones acientíficas y particulares, alejadas del
contexto nacional, regional y local en el que se desarrollan, pues estas se ganan
o se pierden a nivel estratégico y táctico.
De tanta importancia son las consideraciones
anteriores que se puede afirmar, con mucho nivel de certeza, que solo el
candidato que mejor diseñe una estrategia e implemente un correcto movimiento
táctico puede tener mucho mayores probabilidades de obtener la victoria en las
elecciones.
Así, pues, una estrategia política electoral es un
instrumento científico necesario, sin el cual será prácticamente imposible
llevar a la mente y conciencia de los votantes las ideas, metas y propósitos de
quienes aspiren a ocupar cargos públicos de tanta trascendencia como por
ejemplo el de la Presidencia y la Vicepresidencia de la República.
La estrategia es, igualmente, un medio indispensable
para dar a conocer en toda su dimensión y amplitud la personalidad, los
criterios, conducta, reciedumbre y coherencia ética, institucional y estatal de
todo candidato, de manera preponderante
en el caso de las más altas magistraturas del gobierno de la nación.
La visión y valores de quienes aspiren a dirigir el
país son mecanismos de obligada elaboración, asimilación y difusión para que el
electorado pueda aquilatar debidamente sus conocimientos, experiencia,
compromisos, carácter, liderazgo, hoja de vida, capacidad, profesionalidad, niveles
éticos y el contenido de sus planes, proyectos y acciones, lo que se extiende
al equipo que los acompañarían en las tareas propuestas de caras a la potencial
gestión gubernamental.
Pero, si bien lo anterior es cierto, no menos lo es
que la estrategia política no puede verse como una manera permitida o legítima,
por ser parte de la campaña electoral, de "fabricar" una imagen
maquillada, impoluta, perfecta, distorsionada, irreal, excepcional y dotada de
todas las virtudes de los candidatos, solapando, total o parcialmente, los
verdaderos propósitos que están detrás de sus aspiraciones, las prácticas
antidemocráticas y negadoras de todo principio y valor ético puestos en
práctica por ellos, cuando hayan sido parte de la administración pública, en
algún momento o formado parte actualmente, directa o indirectamente, en
cualquier nivel del tren gubernamental.
Ganar seguidores y votantes recurriendo a todo tipo de
trampas, ardides, negociaciones de cuestionable moralidad y viabilidad
institucional y perjudiciales para la colectividad, con fines de garantizar y
obtener posiciones, beneficios o canonjías y ocultar la verdadera forma de ser
de los candidatos, el contenido cierto de sus proyectos políticos y sus auténticas intenciones, de llegar a ocupar
las más altas magistraturas del Estado, es una burla y un engaño para todos lo
que confían en la integridad y fidelidad a los principios, valores, planes,
proyectos y acciones que necesita el país de sus líderes para implementar las
políticas públicas que aseguren nuestro desarrollo integral y equitativo.
Toda estrategia política electoral, elaborada y puesta
al servicio de la falsedad y la mentira, para ganar adeptos a toda costa, es un
truco perverso y peligroso que medra la fe ciudadana en el liderazgo político y
puede poner en juego nuestro infortunado y accidentado sistema democrático.
Una campaña electoral que no
refleje los verdaderos planes de gobierno de los candidatos que son presentados
al electorado nacional y que, peor aún, no sean hijos de las obligaciones
genuinamente asumidas por los aspirantes, se constituye en una farsa, por demás
fraudulenta y sancionable, que cultiva y aumenta la desilusión, la desesperanza
y la falta de fe en la democracia, sistema de organización social y
administración gubernamental que entonces no sería más que una excusa para alcanzar
y detentar el poder sin parar mientes en los medios, recursos empleados y fines
perseguidos.
Desde el cambio físico con el que
se presentan los candidatos, pasando por las compras de conciencia con medios
económicos y promesas de todo tipo y compromisos claramente corruptos, hasta
los discursos hermoseados, grandilocuentes, ausentes de contenidos y
pronunciados sin vinculación con compromiso alguno, anuncian el ejercicio
tramposo del poder de quienes así actúen, lo que debe servir de evidencias para
que el electorado busque mejores opciones en el universo electoral. Nos toca a
todos avanzar, procurando elegir a quienes sean más auténticos, sinceros,
coherentes, íntegros y capaces de superar nuestras miserias y retardos
democráticos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario