Las muñecas sexuales hiperrealistas son un
negocio creciente y millonario. El próximo objetivo: robots inteligentes
que puedan enamorar a sus dueños
Mientras
en todo el mundo resurgen viejas polémicas éticas con la creciente
automatización de procesos que antes eran realizados por humanos -como
manipular elementos tóxicos, conducir un auto o, incluso, llevar
adelante operaciones médicas-, una nueva generación de robots se asoma
en el horizonte. Y su llegada promete ser mucho más revolucionaria y
provocadora, porque se mete de lleno en uno de los aspectos más
delicados y complejos de las personas: la sexualidad.
"Dentro
de muy poco será posible tener relaciones sexuales con robots que
accionen y reaccionen a nuestros movimientos", explicó el director del
Instituto de Tecnología de Estocolmo, Henrik Christensen. Y no es el
único que cree esto. Son numerosos los especialistas que estiman que la
próxima oleada tecnológica cambiará el modo en el que pensamos nuestros
vínculos sexuales.
La
avanzada en este campo la llevan adelante las Real Dolls, sofisticadas e
hiperrealistas muñecas de silicona que son un éxito de venta. Estos
objetos vienen con un amplísimo catálogo de variantes para el color de
piel, ojos y pelo, además de numerosas posibilidades de personalización
de rasgos faciales y variantes en el tamaño de las partes de su cuerpo.
Así,
cada Real Doll es única y también costosa: su precio puede llegar hasta
los 8 mil dólares, lo que no fue un obstáculo para que se vendieran
miles en los últimos tres años, gracias a una alta tasa de satisfacción
por parte de clientes de todo el mundo. La cinta "Lars y la chica real",
en la que Ryan Gosling se enamora de una de ellas, también ayudó a su
difusión.
Aunque
la mayoría de sus modelos son femeninos, Real Dolls también tiene
muñecos masculinos, que son anatómicamente perfectos e incluyen detalles
como vellos en el cuerpo o piercing en sus pezones. También se pueden
ordenar muñecos con diferentes combinaciones de órganos sexuales o
partes removibles para poder intercambiarlos. Las posibilidades de
personalización son enormes pero, por cuestiones éticas, la empresa no
reproduce el aspecto de personas reales.
La
principal barrera para que el negocio de las muñecas sexuales crezca
son los prejuicios que lo rodean. Sus usuarios no suelen hablar
públicamente del tema, sino que recurren a grupos secretos de Facebook o
foros secretos con seudónimos para compartir experiencias e
impresiones.
La revista Vanity Fair
le dedicó el año pasado un largo ensayo fotográfico a las Real
Dolls (con imágenes que pueden ser sensibles para algunos lectores) en
donde tuvo el testimonio de David Mills, un reconocido autor de ensayos y
libros sobre ateísmo de 55 años, que se animó a contar que él mismo
tenía una muñeca sexual y que luego de tres matrimonios y de haberse
acostado con alrededor de 180 mujeres, recién ahora tiene las mejores
relaciones sexuales de su vida. Los nombres de los clientes de Real
Dolls -una lista que incluye celebridades, deportistas y hasta un premio
Nobel- son guardados celosamente. La discreción es parte del negocio.
"Mi
principal problema es que me encantan las mujeres pero no me siento
cómodo rodeado de gente", explicó. Su muñeca se llama Taffy, le costó
7.149 dólares y resultó ser la solución perfecta para sus necesidades.
"Las mujeres han disfrutado de juguetes sexuales desde hace 50 años.
¡Quizá desde hace 5.000 años incluso! Pero lo cierto es que los hombres
somos estigmatizados si los usamos. Debemos corregir eso", le dijo a la
publicación.
El
CEO y fundador de las Real Dolls, Matt McMullen, está satisfecho con el
nivel de mímesis alcanzado por sus creaciones, que hoy tienen cabellos y
piel realistas, pero tiene un ambicioso plan: dotar a sus sofisticados gadgets con
los últimos adelantos de inteligencia artificial, el nuevo campo de
moda en Silicon Valley, y darle vida a sus muñecas. Si hoy hay bots que
mantienen conversaciones con humanos, ¿por qué no podrían hacerlo las
Real Dolls?
Desde
hace dos años los ingenieros en su fábrica San Marcos, California,
están trabajando para dotar de personalidad a las muñecas, dándoles la
habilidad de escuchar a sus dueños y responder a sus preguntas,
comentarios y pedidos.
Incluso, la idea es que estos gadgtes puedan
seducir aún más a sus dueños, comprendiendo y accediendo (o no) a sus
pedidos. En algunos reportajes, McMullen afirmó que busca que sus robots
puedan no solo tener sexo con sus dueños, sino también enamorarlos.
Por
supuesto que los avances actuales en Inteligencia Artificial están muy
lejos de lograr estos objetivos. Es más: las principales investigaciones
ni siquiera se están ocupando de cuestiones como la empatía, el
reconocimiento de emociones o las complejas estrategias necesarias para
seducir a alguien, pero hace 10 años lo que McMullen logró con Real Doll
también parecía imposible y, sin embargo, eso no lo detuvo. Pero no
todos son tan optimistas: David Levy, autor del libro Love & Sex with Robots, cree que recién en 2050 habrá robots con la capacidad de enamorar a un humano.
"Los
robots seguramente van a ser diferentes a la hora del sexo que los
seres humanos, ni mejores ni peores, pero los seres humanos también
somos todos diferentes. El robot no va a poder reemplazar al ser humano
en muchos aspectos pero en otros sí. Un encuentro sexual con un robot
seguramente va a poder ser muy intenso y excitante, pero la sexualidad
incluye otros aspectos, emocionales por ejemplo, que van a ser más
difíciles de imitar", le explicó a La Nación el sexólogo
Patricio Gómez Di Leva. Para el especialista, no hay nada de qué temer:
"Creo que van a ser muy útiles para cumplir algunas fantasías como tener
tríos o experiencias de sexo grupal donde el temor a que uno de los
miembros de la pareja se involucre emocionalmente con el tercero suele
ser muy frecuente".
Tomarse
en serio la posibilidad de contar con robots sexuales más sofisticados y
complejos implica, entre otras cosas, pensar en cuáles podrían ser sus
consecuencias. Y una vez que los prejuicios son dejados de lado, esta
nueva generación tecnológica podría servir no solo como entretenimiento,
sino también con fines pedagógicos y médicos, como instrumentos para la
iniciación sexual o para tratar disfunciones. Algunos, incluso, creen
que podrían ser la herramienta ideal para, en un futuro, erradicar para
siempre el trabajo sexual.
"Es
un prejuicio pensar que las relaciones sexuales de una persona solo
pueden ser tenidas con otro humano. La sexualidad requiere de
flexibilidad y de adaptación a los cambios. La sexualidad es una sola y
recorre la historia, pero sus formas fueron cambiando a lo largo del
tiempo y así seguirá siendo. La sexualidad del futuro es difícil de
imaginar pero seguramente incluya a los robots entre nuestras sábanas",
concluyó Gómez Di Leva.
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