lunes, 2 de junio de 2008

J. A. Peña Lebrón

¿CUÁNDO NOS LIBERAREMOS DE TRUJILLO?
Por J. A. Peña Lebrón
Escribo estas notas en la última semana de mayo de 2008, a pocos días de un nuevo aniversario de la muerte del tirano. Ante la proximidad de esa efeméride, pensé que me seria fácil reunir algunas ideas que sirvieran de estimulo al amor por la libertad que siempre ha tenido nuestro pueblo, pero me encuentro con noticias inquietantes, que más que fuentes de aliento son motivo de preocupación.
Una de ellas es el comentario público del Dr. Julio Ibarra Ríos, Juez de nuestra Suprema Corte de Justicia, denunciado el supuesto propósito del actual Gobierno de ejercer control sobre nuestro más alto tribunal, para completar de ese modo su dominio sobre los tres poderes del Estado, puesto que ya lo tiene tanto sobre la rama ejecutiva con sobre la legislativa, en la que cuentan una mayoría abrumadora de ambas cámaras.
Ese supuesto designio, denegado enérgicamente por altos funcionarios de la actual Administración, trae a la memoria de quienes nos tocó vivir y sufrir la era de Trujillo, el abominable estado de cosas en el que este sátrapa cruel mantuvo pisoteada a nuestra nación, pues como dueño y señor absoluto que fue de las tres funciones del Poder, a su única conveniencia y voluntad creaba las leyes, dictaba las sentencias de los tribunales e imponía el terror con el monopolio que tenia de la fuerza.
Grave y preocupante es pues, la posibilidad de que una situación igual pudiere repetirse en nuestro país, pero como en la vida de los pueblos todo puede ocurrir, queremos con estas breves notas dejar constancia de nuestra incredulidad y asombro, y de nuestro rechazo a la instauración de un régimen absolutista que nos haría retroceder penosamente en nuestro desarrollo histórico.
Ahora bien, aunque muchas mentes despreocupadas no lo perciban así, es un hecho innegable que la figura de Trujillo, y los patrones de conducta por él instaurados, aun perduran en el ánimo de algunos sectores de nuestra población, no tanto por fidelidad a su persona, como por compatibilidad atávica con las aberraciones y vicios que Trujillo encarnó en su momento: caudillismo político, ambiciones materiales, sed insaciable de poder, irrespeto de las Constitución y de las leyes, crueldad sin límites y un soberano desprecio por todo orden moral que pudiera servir de freno a sus instintos. Contra esos vicios inveterados, de los cuales son partícipes algunos dominicanos, predicaron en su tiempo metes esclarecidas como las de Ulises Francisco Espaillat, Fernando Arturo de Meriño, José Ramón López y Américo Lugo, entre otros.
Por si ello fuera poco, llama nuestra atención la notoriedad y la fascinación intelectual que ha disfrutado la imagen del tirano en las últimas décadas. En efecto, del caudal de obras históricas o de ficción, y de los ensayos de índole política o sociológica que han visto la luz pública en años recientes, la gran mayoría gira en torno a al vida o las actuaciones del tirano, y en ciertos casos de quienes le adversaron o fueron sus víctimas, tanto en nuestro país como en el extranjero. Por ello no causa sorpresa el que los ocho libros galardonados por la Secretaría de Cultura con los premios anuales de literatura del 2008, tres correspondan al tema de Trujillo: en el renglón novela, ¨MANOLO¨, de Edwin Disla; en ensayo socio-político, ¨PEÑA BATLIE EN LA ERA DE TRUJILLO¨, de Manuel Núñez; y en historia, ¨LA AGRESION CONTRA LESCOT: TRUJILLO Y HAITI¨, de Bernardo Vega.
Como puede verse, la figura del tirano sigue siendo noticia de actualidad, y lo que es peor, parte integral de nuestra realidad cotidiana, a pesar de los 47 años transcurridos desde la inolvidable noche de su ajusticiamiento. Y ante esa evidencia, uno se siente tentado a pensar que el trujillismo, como convicción y práctica política, sigue latiendo en nuestro subconsciente colectivo. Por ello, ante la cercanía de la fecha memorable del 30 de Mayo, es necesario preguntarse con angustiado asombro: ¿Cuándo podremos los dominicanos liberarnos definitivamente de la herencia de Trujillo?

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