Por
Juan Pablo Acosta
No se asuste el
lector. No trataré el tema con la necesaria amplitud que amerita, por varias
razones: El espacio físico de este artículo no lo soporta, ni tampoco el
intelectual de nuestro medio. Abordaré la cuestión de manera superficial, tal y
como es la propia educación en nuestro sub continente. Observando la ubicación
de nuestras universidades en el ranking mundial de importancia por el desempeño
de sus competencias, (Investigación, docencia y extensión) notamos que las dos
mejores universidades de Latinoamérica, en un ranking de uno a diez, son la de
Sao Paulo, en Brasil, y la Católica de Chile. Dicho sea de paso, los centros de
educación superior de nuestro país no figuran en el análisis en cuestión. Pero
un dato curioso es que, si bien los dos centros educativos antes señalados
(Brasil y Chile) se ubican en el primero y segundo lugares en nuestro lar subcontinental,
la universidad de Sao Paulo se coloca en el 189 en un ranking de doscientos
centros a nivel mundial.
¿A qué se debe
esta situación? Nuestro continente no invierte en investigación científica y
hace una pobre, muy pobre, extensión universitaria, limitándose esencialmente a
una deficiente docencia. A todo esto se une la pésima preparación recibida por
nuestros bachilleres, los cuales terminan con una formación tan mala que, si
realmente fuéramos a aceptarlos por sus competencias, la población estudiantil
universitaria en la República Dominicana se reduciría por debajo del dos por
ciento de la existente en la actualidad. Es muy lamentable el hecho de que los
jóvenes que ingresan a nuestras universidades carecen de los más elementales
criterios en el desempeño del conocimiento en el campo de las ciencias y en el
dominio de la lengua castellana. El ejercicio continuo de más de treinta años
en la enseñanza superior nos ha hecho comprender la estrecha relación existente
entre el dominio de la lengua y la comprensión de las ciencias por parte de los
estudiantes para poder lograr un buen desempeño en su rol.
Las causas de la
pésima educación recibida por los bachilleres en América Latina son múltiples:
La falta de comprensión por parte de los distintos Estados de la importancia de
la investigación, la politiquería de partidos y políticos, el robo de la cosa
pública, la corrupción (pública y privada), el desinterés de los profesores, la
pésima formación intelectual de los educadores, la penetración cultural
imperialista, y otras. Es frecuente escuchar profesores decir que: “El culpable
de la mala educación que ellos imparten a los educandos es el Estado debido a
los bajos salarios que reciben.” Nos parece una explicación, si bien cierta,
poco ética, puesto que lo que debe hacer un profesor que encuentra insuficiente
su salario no es impartir una mala educación a los estudiantes, sino renunciar
a su puesto. Educar es un sacerdocio. Esto no significa que el educador debe
trabajar de manera gratuita. Es cierto
que existe una estrecha relación entre bajos salarios y mala calidad educativa,
pero, reiteramos, si el profesor encuentra poco lo que gana, debe renunciar a
ser “maestro”, pero jamás impartir una educación tan pésima como la que se
sirve en nuestros países.
Nuestros centros
de estudios superiores trabajan con una materia prima cuya capacidad es inferir
al sexto grado de la educación básica. En esas condiciones es evidente que
nuestras universidades no pueden tener un alto rendimiento en su desempeño,
todo unido a que éstas tampoco dedican recursos para la investigación
científica.
Es urgente un
cambio de paradigma en la educación superior latinoamericana. Hay que
redireccionarla hacia un norte proactivo. Es necesario romper con los criterios
reactivos alegados con frecuencia en la educación de nuestros países. Hay que crear. Hay que inventar. Hay que
soñar. Nuestros profesores no pueden continuar siendo simples reproductores de
conocimientos decimononos. Es preciso emplear la tecnología, no para seguir
haciendo más ricos a los que la producen, sino para investigar y producir
riquezas que coadyuven al desarrollo de nuestros pueblos. Mientas mantengamos
los actuales paradigmas en la enseñanza universitaria en nuestro subcontinente,
seguiremos ubicados en los últimos lugares en el ranking de desempeño. Es igualmente
urgente resolver el problema de la pésima calidad de la educación media, puesto
que lamentablemente, nuestros bachilleres carecen de la suficiente preparación
para comprender las ciencias y la lengua. Si no se hace conciencia de esta
realidad, nuestro continente no podrá salir del profundo atraso en que se
encuentra y siempre será el patio, por no decir otra cosa, de los países
desarrollados. Todos somos responsables de esta cruel realidad. Tenemos una
educación media inservible y una educación universitaria peor.
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