domingo, 5 de febrero de 2012

LA EDUCACIÓN SUPERIOR EN AMÉRICA LATINA



Por Juan Pablo Acosta
No se asuste el lector. No trataré el tema con la necesaria amplitud que amerita, por varias razones: El espacio físico de este artículo no lo soporta, ni tampoco el intelectual de nuestro medio. Abordaré la cuestión de manera superficial, tal y como es la propia educación en nuestro sub continente. Observando la ubicación de nuestras universidades en el ranking mundial de importancia por el desempeño de sus competencias, (Investigación, docencia y extensión) notamos que las dos mejores universidades de Latinoamérica, en un ranking de uno a diez, son la de Sao Paulo, en Brasil, y la Católica de Chile. Dicho sea de paso, los centros de educación superior de nuestro país no figuran en el análisis en cuestión. Pero un dato curioso es que, si bien los dos centros educativos antes señalados (Brasil y Chile) se ubican en el primero y segundo lugares en nuestro lar subcontinental, la universidad de Sao Paulo se coloca en el 189 en un ranking de doscientos centros a nivel mundial.
¿A qué se debe esta situación? Nuestro continente no invierte en investigación científica y hace una pobre, muy pobre, extensión universitaria, limitándose esencialmente a una deficiente docencia. A todo esto se une la pésima preparación recibida por nuestros bachilleres, los cuales terminan con una formación tan mala que, si realmente fuéramos a aceptarlos por sus competencias, la población estudiantil universitaria en la República Dominicana se reduciría por debajo del dos por ciento de la existente en la actualidad. Es muy lamentable el hecho de que los jóvenes que ingresan a nuestras universidades carecen de los más elementales criterios en el desempeño del conocimiento en el campo de las ciencias y en el dominio de la lengua castellana. El ejercicio continuo de más de treinta años en la enseñanza superior nos ha hecho comprender la estrecha relación existente entre el dominio de la lengua y la comprensión de las ciencias por parte de los estudiantes para poder lograr un buen desempeño en su rol.
Las causas de la pésima educación recibida por los bachilleres en América Latina son múltiples: La falta de comprensión por parte de los distintos Estados de la importancia de la investigación, la politiquería de partidos y políticos, el robo de la cosa pública, la corrupción (pública y privada), el desinterés de los profesores, la pésima formación intelectual de los educadores, la penetración cultural imperialista, y otras. Es frecuente escuchar profesores decir que: “El culpable de la mala educación que ellos imparten a los educandos es el Estado debido a los bajos salarios que reciben.” Nos parece una explicación, si bien cierta, poco ética, puesto que lo que debe hacer un profesor que encuentra insuficiente su salario no es impartir una mala educación a los estudiantes, sino renunciar a su puesto. Educar es un sacerdocio. Esto no significa que el educador debe trabajar de manera gratuita.  Es cierto que existe una estrecha relación entre bajos salarios y mala calidad educativa, pero, reiteramos, si el profesor encuentra poco lo que gana, debe renunciar a ser “maestro”, pero jamás impartir una educación tan pésima como la que se sirve en nuestros países.
Nuestros centros de estudios superiores trabajan con una materia prima cuya capacidad es inferir al sexto grado de la educación básica. En esas condiciones es evidente que nuestras universidades no pueden tener un alto rendimiento en su desempeño, todo unido a que éstas tampoco dedican recursos para la investigación científica.  
Es urgente un cambio de paradigma en la educación superior latinoamericana. Hay que redireccionarla hacia un norte proactivo. Es necesario romper con los criterios reactivos alegados con frecuencia en la educación de nuestros países.  Hay que crear. Hay que inventar. Hay que soñar. Nuestros profesores no pueden continuar siendo simples reproductores de conocimientos decimononos. Es preciso emplear la tecnología, no para seguir haciendo más ricos a los que la producen, sino para investigar y producir riquezas que coadyuven al desarrollo de nuestros pueblos. Mientas mantengamos los actuales paradigmas en la enseñanza universitaria en nuestro subcontinente, seguiremos ubicados en los últimos lugares en el ranking de desempeño. Es igualmente urgente resolver el problema de la pésima calidad de la educación media, puesto que lamentablemente, nuestros bachilleres carecen de la suficiente preparación para comprender las ciencias y la lengua. Si no se hace conciencia de esta realidad, nuestro continente no podrá salir del profundo atraso en que se encuentra y siempre será el patio, por no decir otra cosa, de los países desarrollados. Todos somos responsables de esta cruel realidad. Tenemos una educación media inservible y una educación universitaria peor.

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