sábado, 17 de octubre de 2015

El Papa Francisco en América




Por J. A.  Peña   Lebrón
En un mundo abrumado por los horrores del  terrorismo, y  por los conflictos políticos y los reclamos económicos   y sociales, el Papa  Francisco  abandonó  el plácido refugio de su Despacho para cruzar el Atlántico en una nueva misión evangelizadora, trayendo a Cuba y los Estados Unidos de América, en los días finales de septiembre de 2015, un cálido mensaje de paz, de fe, de amor y de Esperanza.
Esta visita del Vicario de Cristo, que algunos juzgan como una continuación de la gestión papal que contribuyó al restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y la potencia del Norte, despertó la atención de nuestro continente, donde se observó con admiración, la forma clara y serena y al mismo tiempo cuidadosa con que el Pontífice Romano abordó ante ambos pueblos y gobiernos asuntos de relevante interés para la convivencia humana, a través de mensajes que fueron escuchados con respeto por los altos dirigentes políticos de los países visitados y por sus comunidades.
Como cabeza visible de la Iglesia Católica Romana, y en su calidad de Jefe de Estado, que aunque carente de poderlo  militar ostenta una considerable influencia  moral en todo el orbe, el Papa Francisco pudo muy bien dirigirse a las multitudes que escuchaban sus palabras en reflexiones de alto  bordo político que  arrojaran luz en los tiempos turbios en que  estamos viviendo. En lugar de ello el Pontífice, antes que hacer ostentación de elocuencia o sabiduría teológica, prefirió tratar con palabras sencillas que llegaban al corazón de sus oyentes, los asuntos que hoy preocupan a los seres humanos comunes, tal como los hizo en Cuba, al reclamar a pueblo y gobierno a no resistirse  a los cambios, y de servir  a los demás como forma de convertir en obras palpables el mandato de amar al prójimo como a sí mismo.
En los Estados Unidos de América, aunque el escenario varió un poco, por las características de aquella poderosa nación,  el Papa Francisco planteó ante sus más altas autoridades y representantes de los poderes públicos, temas de tan elevada significación como el respeto de la vida humana, en sus diversos niveles; así como el de la consideración que deben  merecer las diversas etnias de inmigrantes que tanto han aportado a la consolidación vigorosa de esa pujante  nación. Estos temas de tanta jerarquía no impidieron  al Papa Francisco elevar su voz para pedir la protección de la familia, del medio ambiente y de los sectores más humildes de la población; y tampoco le faltó tiempo para visitar, como lo hizo, a un grupo de presos que cumplen condena como castigo por las infracciones a las leyes cometidas por ellos, a quienes  llevó aliento y consuelo en su adversidad, en cordial cumplimiento de una de las obras de misericordia.
Las consecuencias políticas que en el futuro tendrá el reciente viaje papal a nuestro continente, serán percibidas en días  no muy lejanos por quienes siguen de cerca el acontecer mundial; pero es indudable, aun para el más inexperto observador, que la doctrina de Cristo, en la voz de su apóstol el Papa Francisco, humilde y sencilla, llegó  para llenar  los  corazones  con el divino aliento de la paz, del amor y la esperanza.

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