domingo, 13 de noviembre de 2016

El Padre Romualdo Mínguez y García.

CULTURA MUNICIPAL
LOS MUNICIPIOS. (230)
LA HISTORIA DE MOCA. (76)
ARTAGNAN PÉREZ MÉNDEZ.
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Artagnan Pérez Mendez
El Padre Romualdo Mínguez y García. (Continuación) Por las cartas del Padre Mínguez, el lector se podrá da cuenta del gran sentido religioso de los mocanos, siendo su máxima expresión la celebración de La Semana Santa o Semana Mayor, las Fiestas del Rosario y Las Navidades.
En una carta suscrita por el padre Minguez, de fecha 24 de marzo de 1886, da cuenta al arzobispo de sus labores pastorales durante la cuaresma y le comunica a su pastor que “predica los domingos en la celebración de la misa de la mañana y explica la doctrina a los niños, en horas de la tarde”.             Además, que los viernes de cuaresma reza con los fieles el vía crucis y predica los mandamientos tratando de formar conciencia moral en sus feligreses, mientras el padre Fernando Hernández su auxiliar, ha estado ensayando para el acto de la predicación de Las Siete Palabras, el Viernes Santo.
No obstante, estos desvelos del padre Minguez, encontró dificultades pastorales debido a las incidencias de la política, y le comunica a sus superiores que el sábado santo, después del repique de gloria, salió una manifestación de Lilis a la cual asistían principalmente la gente del pueblo, quizás por temor a represalias. Le comunica además al superior, que el Domingo de Resurrección le toca a su vez la campaña política a Los Amigos de Moya y que esta manifestación con gentes a caballo que en cada esquina oían la perorata de un tal Tapia y que ese día no faltaban generales, ni coroneles entre los cuales menciona a Gómez, Cartagena, Solano, Espinosa, Espinal, Báez y Valenzuela.
Como el domingo de pasión se había leído una carta pastoral de Meriño, algunas personas querían ver alusiones que favorecieran determinado partido o condenando al bando contrario.
El padre Mínguez tuvo que aclarar que el Arzobispo quería que el clero se mantuviera alejado de la política partidista.
En una ocasión, en el curso del mes de octubre parecía que el pronunciamiento revolucionario de La Vega iba a sentar o entorpecer las fiestas patronales de Moca, lo cual trajo como consecuencia que se viviera en continuo sobresalto.
Un día avisaban que venían los de Licey, otro día los de Puñal o los de Sabana Grande. Pero todo concluyo en la mitad de las fiestas patronales del Rosario en que los insurrectos levantaron los cantones que impedían la comunicación con Santiago y empezaron a salir recuas para Puerto Plata y las mujeres dieron principio a cumplir sus promesas a la virgen. Salió la procesión de la Virgen del Rosario y el día de la octava hubo sermón y pan bendito.
 Calmados los ánimos, los generales a porfía, cargaban la imagen de la Virgen, así como las de Santo Domingo y San Francisco. Renació la alegría y se disiparon los sustos y las tiendas abrieron sus puertas de par en par.
Así se impuso el fervor religioso de los mocanos sobre las pasiones partidistas que dividían los ánimos y retrasaban el espíritu religioso del pueblo.
Hemos leído que el padre Mínguez fue quien introdujo en Moca, el sermón de Las Siete Palabras, en las primeras horas de la tarde del Viernes Santo.
Hasta esa época, se acostumbraba sólo el canto solemne de Los Maitines al atardecer, con sus tres nocturnos, mientras en el presbiterio un clérigo iba apagando una luz después de cada salmo que se colocaban en un triángulo de velas de cera negras, coronado por una vela blanca. Las once velas eran símbolos de la fe de los once apóstoles que se fue apagando poco a poco ante los temores de la pasión y la vela blanca, símbolo de Jesús, cuya confianza no mermó en ningún momento. Esa luz era llevada a la sacristía cerrando las puertas y quedando la iglesia sumida en completa oscuridad, símbolo de la muerte de Jesús., en espera de la resurrección.
Luego en las tinieblas, se simulaba con ruidos y palmadas el sordo terremoto y el eclipse que siguió a la muerte de Cristo en el calvario. Pero estos actos que tenían honda significación para las personas devotas, eran aprovechados por algunos revoltosos que se colaban a la última hora y se valían de la obscuridad en el interior del templo para alborotar y hacer desorden.
El P. Mínguez decidió preparar la predicación del sermón de Las Siete Palabras con música sacra para sustituir los Maitines que terminaban con la cerradera de las puertas, las cuales, una vez carradas sumían el templo en las tinieblas que aprovechaban algunos para dar golpes desacompasados y las mujeres se asustaban y emitían gritos y algunos aprovechaban la oscuridad para alborotar impunemente. Así se logró corregir el desorden introduciendo hábilmente otra actividad catequizadora.

La semana santa de ese año, después de estas medidas, fue tan concurrida que no cabía la gente dentro del templo y los ánimos estaban calmados por la campaña electoral de ese tiempo. Las procesiones se hicieron como de costumbre: el lunes con Jesús en la Columna, el martes en la Peña, el Miércoles Jesús el Nazareno, el jueves la celebración del mandato y el lavatorio de los pies, el Viernes Santo la Muerte de Jesús y el sermón de las siete palabras. (CONTINUARÁ) 

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