CULTURA MUNICIPAL
LOS MUNICIPIOS. (230)
ARTAGNAN PÉREZ MÉNDEZ.
Artagnan Pérez Mendez |
El Padre Romualdo Mínguez y García. (Continuación) Por las cartas del Padre
Mínguez, el lector se podrá da cuenta del gran sentido religioso de los mocanos,
siendo su máxima expresión la celebración de La Semana Santa o Semana Mayor, las
Fiestas del Rosario y Las Navidades.
En una carta suscrita por el
padre Minguez, de fecha 24 de marzo de 1886, da cuenta al arzobispo de sus labores
pastorales durante la cuaresma y le comunica a su pastor que “predica los
domingos en la celebración de la misa de la mañana y explica la doctrina a los
niños, en horas de la tarde”. Además,
que los viernes de cuaresma reza con los fieles el vía crucis y predica los
mandamientos tratando de formar conciencia moral en sus feligreses, mientras el
padre Fernando Hernández su auxiliar, ha estado ensayando para el acto de la
predicación de Las Siete Palabras, el Viernes Santo.
No obstante, estos desvelos
del padre Minguez, encontró dificultades pastorales debido a las incidencias de
la política, y le comunica a sus superiores que el sábado santo, después del
repique de gloria, salió una manifestación de Lilis a la cual asistían
principalmente la gente del pueblo, quizás por temor a represalias. Le comunica
además al superior, que el Domingo de Resurrección le toca a su vez la campaña
política a Los Amigos de Moya y que esta manifestación con gentes a caballo que
en cada esquina oían la perorata de un tal Tapia y que ese día no faltaban generales,
ni coroneles entre los cuales menciona a Gómez, Cartagena, Solano, Espinosa,
Espinal, Báez y Valenzuela.
Como el domingo de pasión se
había leído una carta pastoral de Meriño, algunas personas querían ver
alusiones que favorecieran determinado partido o condenando al bando contrario.
El padre Mínguez tuvo que
aclarar que el Arzobispo quería que el clero se mantuviera alejado de la política
partidista.
En una ocasión, en el curso
del mes de octubre parecía que el pronunciamiento revolucionario de La Vega iba
a sentar o entorpecer las fiestas patronales de Moca, lo cual trajo como
consecuencia que se viviera en continuo sobresalto.
Un día avisaban que venían los
de Licey, otro día los de Puñal o los de Sabana Grande. Pero todo concluyo en
la mitad de las fiestas patronales del Rosario en que los insurrectos
levantaron los cantones que impedían la comunicación con Santiago y empezaron a
salir recuas para Puerto Plata y las mujeres dieron principio a cumplir sus
promesas a la virgen. Salió la procesión de la Virgen del Rosario y el día
de la octava hubo sermón y pan bendito.
Calmados los ánimos, los generales a porfía, cargaban
la imagen de la Virgen ,
así como las de Santo Domingo y San Francisco. Renació la alegría y se
disiparon los sustos y las tiendas abrieron sus puertas de par en par.
Así se impuso el fervor
religioso de los mocanos sobre las pasiones partidistas que dividían los ánimos
y retrasaban el espíritu religioso del pueblo.
Hemos leído que el padre Mínguez
fue quien introdujo en Moca, el sermón de Las Siete Palabras, en las primeras
horas de la tarde del Viernes Santo.
Hasta esa época, se
acostumbraba sólo el canto solemne de Los Maitines al atardecer, con sus tres nocturnos,
mientras en el presbiterio un clérigo iba apagando una luz después de cada salmo
que se colocaban en un triángulo de velas de cera negras, coronado por una vela
blanca. Las once velas eran símbolos de la fe de los once apóstoles que se fue
apagando poco a poco ante los temores de la pasión y la vela blanca, símbolo de
Jesús, cuya confianza no mermó en ningún momento. Esa luz era llevada a la
sacristía cerrando las puertas y quedando la iglesia sumida en completa
oscuridad, símbolo de la muerte de Jesús., en espera de la resurrección.
Luego en las tinieblas, se
simulaba con ruidos y palmadas el sordo terremoto y el eclipse que siguió a la
muerte de Cristo en el calvario. Pero estos actos que tenían honda
significación para las personas devotas, eran aprovechados por algunos
revoltosos que se colaban a la última hora y se valían de la obscuridad en el interior
del templo para alborotar y hacer desorden.
El P. Mínguez decidió preparar
la predicación del sermón de Las Siete Palabras con música sacra para sustituir
los Maitines que terminaban con la cerradera de las puertas, las cuales, una
vez carradas sumían el templo en las tinieblas que aprovechaban algunos para
dar golpes desacompasados y las mujeres se asustaban y emitían gritos y algunos
aprovechaban la oscuridad para alborotar impunemente. Así se logró corregir el
desorden introduciendo hábilmente otra actividad catequizadora.
La semana santa de ese año, después
de estas medidas, fue tan concurrida que no cabía la gente dentro del templo y
los ánimos estaban calmados por la campaña electoral de ese tiempo. Las
procesiones se hicieron como de costumbre: el lunes con Jesús en la Columna , el martes en la Peña , el Miércoles Jesús el
Nazareno, el jueves la celebración del mandato y el lavatorio de los pies, el
Viernes Santo la Muerte
de Jesús y el sermón de las siete palabras. (CONTINUARÁ)
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