domingo, 1 de marzo de 2020

Duarte: Siempre alabado y poco imitado


 Por J. A. Peña Lebrón
El 26 de enero se cumplió un nuevo aniversario del nacimiento de DUARTE. Y al igual que en años anteriores, en éste 2020 las páginas de los periódicos y las pantallas de la televisión se han llenado de alabanzas a la figura del Padre Fundador de la República Dominicana. De un lado, las altas instancias del Poder han reclamado de nuestros jóvenes imitar los valores emanados por él durante su existencia, en tanto que instituciones diversas y voces individuales han tributado los más encendidos elogios a la memoria del Patricio.
Ante la grandeza sin límite de éste hombre ejemplar, a quien el doctor Joaquín Balaguer, en una apasionada biografía denominada “El Cristo de la Libertad”, es forzoso reconocer que el pueblo dominicano, aunque mantiene un fervor verbal hacia Duarte, no corresponde con su comportamiento a la abnegación patriótica y espíritu de sacrificio mostrados a todo lo largo de su existencia por el Apóstol a cuya inspiración y empeños debemos nuestra existencia como nación libre e independiente de toda dominación extranjera. Esta amarga percepción aplica no solo a situaciones extremas como las vivida bajo las dictaduras de Santana, Báez, Lilís y Trujillo, sino que se evidencia en etapas de relativa vida democrática, y de ello se hizo eco una voz ecuánime como la de don Rufino Martínez, de cuyo enfoque a la persona del Patricio, en su Diccionario Biográfico-Histórico copiamos la siguiente reflexión (citamos):
“La ideología política representada por Duarte no ha triunfado como fórmula de gobierno; la realidad social no lo ha permitido; así que no debe atribuirse a procedimientos arbitrarios o perversidad de quienes han sido amos del poder. Ellos han dado, como mejor adaptados al medio, con clase de predominio circunstancial, pero un predominio circunstancial, no asentado en base firme de educación cívica. La fórmula de Duarte, enarbolada como bandera de civismo… la supervivencia de ella ha hecho crecer y ponderar cada día el culto a los Padres de la Patria. Solo que, en lo atañero a Duarte, existen dos modalidades de culto. La una, en literatura, la otra en la vida. La primera sirve para la mentira de un sentimiento inexistente con el brillo de una palabrería decorativa y comercial. Predomina de tal manera que ha creado una moral, también de pura convención. Los de espíritu cortesano, con una pluma en la mano para medrar, mientras permanecen de rodillas ante los poderosos que aherrojan al pueblo, le cantan a Duarte, como la más alta expresión de civismo.
Algún día llegará, pensamos nosotros, en que los dominicanos podamos vivir en forma tan digna que pueda corresponder a los elevados valores que encarnó nuestro Padre Fundador, Juan Pablo Duarte.



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